2/2/09

Vida y muerte de la República Española. Henry Buckley


En el conocimiento de la historia de España se da el fenómeno, que no es común con otros países de nuestro entorno, de que solemos dar un plus de credibilidad a lo que escriben los extranjeros, especialmente si son anglosajones.La verdad es que no faltan motivos porque, con la censura de los años del franquismo, muchos de esos hispanistas realizaron una espléndida tarea al abordar, en el clima de libertad de sus países, el estudio de unos procesos que, por estar tan relacionados con los orígenes del régimen, resultaban problemáticos de escribir en España. Obras sobre la guerra civil, o sobre sus orígenes, como las de Gerald Brenan (1943), Hugh Thomas (1961) o Jackson (1965) resultaban impensables en el horizonte historiográfico español aunque, en los comienzos de los años setenta, se experimentó una atenuación de la censura que permitió la proliferación de estudios sobre esos temas.Brenan entroncaba con una tradición extraordinariamente brillante que cabría llevar hasta los nombres de Swinburne (1779), Jardine (1788), y Towshend (1792). A ellos se sumarían, ya en el XIX, los de Borrow (1843) y Ford (1845), que son los grandes antecedentes de la principal aportación de la historiografía británica al conocimiento de la España contempor‡nea: el volumen publicado por Raymond Carr en 1966.El libro de Henry Buckley, desde luego, no está emparentado con esa distinguida progenie, aunque el autor proporcionara información a Thomas para su estudio de la guerra. Se trata de las memorias de un inglés, corresponsal de prensa, que llegó a España con veintiún años, en los momentos finales de la dictadura de Primo de Rivera y permaneció aquí, casi ininterrumpidamente, hasta los últimos días de la guerra. Casado con una española, volvería a España después de la guerra mundial y dirigiría la agencia Reuters. Murió en Sitges en 1972.El libro está escrito en los meses inmediatos al final de la guerra y, junto a los elementos testimoniales de los acontecimientos españoles, revela el pesimismo del autor, que trata de trasladar a su público lector británico, sobre los sistemas democráticos, “a punto de fracasar en el mundo entero”. El libro se publicó en el año 1940, pero parece que la edición sufrió los afectos de un bombardeo alemán y apenas se difundió.El mismo pesimismo hacia la democracia se desprende de su experiencia española de la República, que describe como el frustrado intento de implantar un proyecto democrático frente a lo que describe, con una machaconería que no consigue ocultar la simplificación ni la falta de equilibrio en los análisis, como la “España feudal”. El término “feudal” parece obsesionarle y lo repite docenas de veces, sin que la experiencia de la Restauración española le merezca un mayor matiz en sus juicios, ni muestre mucho mayor respeto por los proyectos reformistas de la propia República. “La República española fracasó -afirma en un pasaje- porque se inspiró en los principios liberales de nuestras viejas democracias”.A ello hay que añadir la agobiante gratuidad de las informaciones, entre las que no faltan Gobiernos inexistentes (Canalejas en 1902; Gil Robles en 1935), un Unamuno asiduo visitante del Palacio Real antes de 1922, o la inminencia de una dictadura militar en octubre de 1934.Las bombas alemanas estuvieron a punto de ahorrarnos unas memorias perfectamente prescindibles en lo que no es el testimonio específico de los años de corresponsal de guerra, una segunda parte que, sin embargo, está llena de vida y de datos sugerentes. Pero da la impresión de que la piedad filial del traductor, tal vez no muy bien aconsejada, no ha tenido en cuenta los incovenientes de sacar también de nuevo a la luz una primera parte del libro llena de imprecisiones, arbitrariedades y lugares comunes que disfrutaban las ventajas de un merecido olvido.

Prólogo de Paul Preston. Traducción de Ramín Buckley. Espasa. Madrid, 2004. 366 páginas.
Octavio RUIZ-MANJÓN (elcultural.es)

2 comentarios:

An dijo...

perdoa que che amole veño rebotado do teu caderno arte romanica na gallaecia, e queríache decir que deverias visitar a igrexa de San Pedro de Fontecarmoa antes de que desaparecesen as suas pinturas e canzorros. Saúdos e apertas

Anónimo dijo...

No estoy en absoluto de acuerdo con la reseña. Sin ser un dechado de obetividad (quién lo es) realiza un análisis de las razones de la meiocridad patria, que perdura hata nuestros días!!!! como cualquier ciudadano puede comprobar... Salud